domingo, 5 de octubre de 2014

Pat Metheny y/o John Zorn - Tap, Book of Angels Vol. 20



PAT METHENY Y/O JOHN ZORN
Tap, Book of Angels Volume 20


Resulta desde un inicio definir si este trabajo pertenece a Pat Metheny o John Zorn, así es que vamos por partes, corresponde este a la entrega número 20 de la serie musical compuesta por John Zorn  Book of Angels, la cual para esta entrega cuenta con la participación de Pat Metheny.

The Book of Angels de John Zorn se constituye en el proyecto jazzístico más interesante tanto a nivel musical como interpretativo en la primera década del nuevo milenio. Este proyecto encuentra su génesis en una de las tantas formaciones con las que Zorn realiza para sus diferentes proyectos musicales, en este caso el jazz, bajo el nombre de Masada, para la cual había compuesto alrededor de 200 temas. Tras una relativa exitosa discografía con el mencionado grupo, en el año 2004 el saxofonista se encuentra con un elevado número de nuevas composiciones, alrededor de 300 adicionales y, con el fin de dar vida a todo este nuevo bloque de piezas y no saturar a los escuchas, pone en marcha lo que denomina Masada Book 2, también conocido como The Book of Angels, este segundo libro no fue interpretado por la banda anteriormente citada, ya que la idea principal era encargar cada disco o propuesta a un músico o a un grupo diferente, lo que permitía a este proyecto dotarlo heterogeneidad y pluralidad, algunos interpretados a pedido de Zorn y generalmente con músicos pertenecientes a su sello discográfico Tzadik y en otros casos, simplemente corresponde a peticiones realizadas a este genio por músicos que conocen de su trabajo, de tal manera que este les seleccionara algunos temas a interpretar. Entre estos se encuentran Marc Ribot, Medeski Martin & Wood, Ben Goldberg Mark Feldman & Sylvie Courvoisier, Uri Caine, Erik Friedlander, Medeski-Marti & Wood, e incluso el mismísimo Joe Lovano.

Las composiciones cuentan con una melodía base y una serie de reglas para interpretar el tema, tal y como son las tonalidades o modos en las cuales tocar, el tempo y otra serie de reglas, lo cual da la posibilidad al intérprete de improvisar o de “componer” el resto del tema. Es así como mediante una charla vía email, Metheny le comenta a Zorn acerca de sus ganas de interpretar algunas de las canciones de este libro y, siendo fanáticos el uno del otro, pero sin haber trabajado conjuntamente y confiando en lo señalado por Metheny, quien indica que podría aportar valor a esta serie de interpretaciones, Zorn no duda y acepta la propuesta, e hizo una selección de canciones para el brillante guitarrista. A este respecto Metheny comenta que el trabajo empezó a partir de la improvisación, analizando los parámetros de estas canciones y viendo cuales eran las posibilidades musicales e instrumentales que las reglas le permitían. La improvisación empezó con el arsenal instrumental que finalmente sería el que utilizaría en el disco: guitarras, sitar, bajo, tiple, teclados, bandoneón, percusión, fliscorno y el sistema orchestrionics que diseñó para su álbum “Orchestrion” (un set de instrumentos controlados mediante medios electrónicos que permite a Metheny tocarlos todos a la vez, algo así como una pianola multi-instrumental), con el acompañamiento de Antonio Sánchez, el increíble baterista con el cual ha trabajado en los últimos 11 años.

De allí lo enunciado inicialmente  respecto a si nos encontramos ante el mundo musical de John Zorn o por el contrario en el de Pat Metheny. La respuesta por rara  u obvia que pueda parecer, es que nos encontramos ante ambos mundos musicales. Uno, el de la composición de Zorn y otro, configurado por la manera de entender y muy especialmente la forma tan personal que tiene de interpretar Metheny, confirmándose esto con el hecho de que el presente trabajo aparece publicado de forma simultánea en el sello discográfico de John Zorn, Tzadik y en Nonesuch Records, la discográfica en donde publica Pat Metheny la generalidad de sus trabajos, con la singularidad de contar con carátulas diferentes. Lo mejor que se puede indicar de esta grabación es que el de Missouri recoge el espíritu de las composiciones de John Zorn, con un marcado aroma a la música folclórica de inspiración judía, y les aporta su matiz como fenomenal guitarrista. Su estilo agresivo por momentos se ajusta perfectamente a la intensidad de una parte de las composiciones de Zorn. Del mismo modo sabe recoger el guante que suponen los temas a medio tiempo habituales en el repertorio del judío. Con ello el CD transcurre sin perder un ápice de interés tema a tema, hasta dibujar seis composiciones desarrolladas con mucha paciencia. No en vano Metheny se encargó de la grabación en su estudio casero a lo largo de varios años, pudiendo experimentar con mezclas de timbres y superposición de múltiples capas, no solo en lo que a las guitarras se refiere. Es entonces, una estupenda grabación para la serie The Book of Angels de John Zorn y la discografía de Metheny, que realza no sólo los planteamientos compositivos de Zorn sino así mismo, las excelentes cualidades innovadoras y sonoras de Pat Metheny, resulta entonces The Book of Angels, uno de los proyectos más interesantes que podemos encontrar actualmente en cualquier estilo de música y no solo en jazz por cantidad, calidad y variedad.

John Zorn es de esos hombres que lanzan, lanzan y lanzan música sin parar, en un abanico gigante de estilos musicales, la música de Zorn es bastante arriesgada en cierto sentido.Zorn es un experimentador y siempre se ha manejado con lenguajes musicales en donde la experimentación es algo fundamental. Dentro de su gigantesca discografía, la cual alcanza más de 400 álbumes, nos encontramos con jazz, improvisación libre, rock, heavy metal, hardcore punk, noise rock, klezmer y otras tradiciones judías, música clásico-contemporáneo, música para películas, etc. Una vez más, John Zorn demuestra que no tiene nada que envidiarle como compositor a ninguno de los más reconocidos, ya que su abanico musical es tan grande que no hay tiempo ni palabras para clasificar cada uno de los estilos que lo conforman. Es un hombre con ideas originales y bien desarrolladas, tanto en un nivel más tradicional por el lado melódico y armónico como por el lado conceptual trayendo ideas y propuestas típicas de la música clásico-contemporánea de la post-guerra del siglo XX

Es un hombre inclasificable que salta de una punta a la otra constantemente. Bueno, sin ir más lejos, este hombre nos presentó Masada, una banda que tocaba una mezcla de jazz con klezmer en un ambiente super tonal y bastante accesible y un año antes se encontraba con Naked City, una banda que llevaba la música a su estado de mayor violencia y agresividad, plagada de cambios bruscos en temas que no llegaban al minuto

Metheny y Zorn, además de ser coetáneos, pluralistas y tener una enorme capacidad técnica para transmitir sus ideas, se han caracterizado por la inteligencia para planificar sus respectivas carreras, quedando claro, que ambos expresan estéticas diametralmente opuestas, de allí que la sociedad materializada en Tap – Book of Angels Volume 20 tenga un perfil inesperado. La melodía basada en escalas de Oriente Medio nos devuelve al planeta Zorn. Los universos de ambos músicos se complementan, dialogan y crean un ente con carácter propio

EL DISCO

Uno de los factores distintivos de la serie Masada Book Two – Book of Angels es que los títulos de todas las composiciones que la integran están coligados a la iconografía del mundo de los ángeles y a su representación como mensajeros de Dios en la Biblia hebrea. En este álbum titulado “Tap: John Zorn’s Book of Angels, Vol.20” y lanzado en Mayo del año 2013, nos encontramos con 6 de las centenares de canciones de este libro. El álbum es estilísticamente bastante versátil. Aunque hay una gran predominancia de influencias de tradición judía con una base de klezmer y músicas de medio oriente, ya que las melodías e ideas principales de las canciones fueron compuestas por Zorn en esa índole, el álbum va viajando entre ambientes semi-rockeros, acústicos tranquilos, unos tonos jazzeros, un lado algo progresivo y bastante experimentalismo. “Tap” está cargado de detalles. Aunque obviamente hay 2 planos, el melódico y el acompañamiento, se puede desmantelar el 2do y notar pequeños detalles, tanto percusivos como melódicos, que le dan color y vida a toda esta música. No hay ningún tema que sea simplemente de 3 o 4 instrumentos. Como viene siendo habitual en sus últimos trabajos, Metheny utiliza partes de su orquesta mecánica. El material de Tap aunque teóricamente se prestaría más a la rigidez de este aparato, el guitarrista probablemente tuvo en cuenta las críticas acerca del sonido poco conseguido de la batería (especialmente en lo referente a las dinámicas), motivo por el que cuenta con la presencia de su baterista habitual Antonio Sánchez. Aparte de las guitarras y el mencionado Orchestrion, Metheny toca bajo y piano, y hasta se atreve con el fiscorno (tuvo que dejar la trompeta, su primer instrumento, a los catorce años merced a una intervención dental). En todos los temas hay un arsenal instrumental en un estilo minimalista que hace que la carga de instrumentos no vaya para el lado de un contrapunto inmenso y así una decena de voces al mismo tiempo, sino por un lado más tímbrico. Muchos instrumentos hacen lo mismo o algo muy parecido y lo que se escucha no son 2 instrumentos, sino la sumatoria que crea un timbre rico, complejo y diferente.

Debido a que hay una edición lanzada por el sello Nonesuch y otra por el Tzadik (el sello de Zorn), hay 2 arte de tapa diferentes, una para cada sello discográfico.
 

Es claro que Metheny adoptó 2 caras musicales. Por un lado, es evidente que en cada canción hay planificación, tanto instrumental como en el desarrollo, ya que en todos los temas podemos notar secciones con conexiones muy bien logradas y arreglos que no suceden por arte de magia. Pero a su vez, siendo un jazzero, hay mucha improvisación. Nos encontramos con excelentes solos de guitarra y otros instrumentos del arsenal de este músico y  participaciones en constante cambio por parte de Antonio Sánchez. Metheny siempre ha sido un maestro de estas 2 caras, que por lo general, deja en duda cuando empieza una y termina la otra.

Tap dentro de la demonología es un príncipe y presidente en el Infierno, es el comandante de las sesenta y seis legiones de demonios, y que según la “llave menor de Salomón” es el rey y príncipe de la región del sur del infierno y la tierra. En hebreo su nombre es Gaap, el controlador del agua, siendo dentro del diccionario infernal un demonio acuático.


Tap
Book of Angels Volume 20
Pat Metheny plays Masada Book Two
Todas las composiciones por John Zorn.
- Pat Metheny: Guitarra eléctrica y acústica, guitarra barítono, guitarra sitar, así como otros instrumentos.
- Antonio Sánchez: Batería.
- Willow Metheny: Voces.

01. Mastema 7:20
02. Albim 9:07
03. Tharsis 5:54
04. Sariel 11:09
05. Phanuel 10:55
06. Hurmiz 06:12

Mastema (en la tradición hebrea simboliza al ángel que persigue al mal y lleva a cabo los castigos de Dios) Tap arranca en el álbum con un tema precioso titulado “Mastema” para los hebreos, un jefe de los demonios engendrados por ángeles caídos con las mujeres. Un preludio en sitar eléctrico -al que le siguen los mecanizados patrones provenientes del orchestrionic- sientan las bases para el impetuoso acceso de la batería de Antonio Sánchez sobre el que se asienta un leitmotiv en donde se distingue la unívoca autoría de John Zorn, la partitura alterna pasajes de cierta densidad con momentos incidentales donde la electrónica y la percusión subrayan la acción con variados efectos. La repetición motívica –tras un climático intermedio en sintes- otorga al material mayor familiaridad y solidez al tiempo que da a la exposición la capacidad para alcanzar su efecto pleno para, finalmente, difuminarse en una coda gobernada por electrónicos. Una pieza deliberadamente paradojal, a medio camino entre la mecanización de la música y la humanización de la máquina y cuya experiencia auditiva resulta de envidiable sencillez a pesar de su compleja construcción sonora, para los que acusan a Metheny de “blando” el tema termina con unas distorsiones, con ciertas influencias rockeras provenientes de la aguerrida batería de Antonio Sánchez. Ya desde el inicio nos damos cuenta de las evidentes influencias de tradición judía. Pero a su vez notamos, por el lado de Zorn, esa deformidad musical, utilizando un compás de 10/16. Por el lado de Metheny, quien es el que eligió el instrumental y le dio forma a esta música, es claro que aquí se aleja de su sonido más jazzero y se acerca a esas influencias de otras tradiciones musicales ajenas a lo anglosajón. A la vez, el riff que da inicio a la canción recuerda mucho al trabajo de Robert Fripp en los’80 con su String Quintet. Luego de la introducción de la melodía principal, empezamos a escuchar la guitarra improvisada de Metheny con un sonido totalmente ajeno al que estamos acostumbrados. No hay nada de ese sonido de micrófono de puente con un timbre suave con pocos agudos. Acá nos encontramos, en los 2 casos de improvisación, con un Metheny distorsionado y sucio a un punto chirriante y destructivo. Lo interesante es que en cada caso, el sonido de la guitarra es diferente y ambas improvisaciones son muy diferentes. Es que Metheny siempre comenta que detesta usar efectos de guitarra como un simple coloreo del sonido. El usa muy pocos efectos y cada efecto lo piensa como instrumento diferente. La canción a su vez está plagada de detalles que la acercan a algo electrónico experimental, dándole una identidad muy particular.

Albim (el ángel encargado de custodiar la puerta del viento Norte) tema amable y sensual  acústico con una melodía de gran belleza en la que podemos escuchar la guitarra barítono, otra de las “sospechosas habituales” de Metheny últimamente, acompañado perfectamente por Antonio Sánchez y algún instrumento más como el bandoneón. “Albim”; empieza con una guitarra acústica tranquila. El ambiente general del tema es así, más allá de que a los pocos minutos se eleva. Tal vez sea en este tema en donde menos se siente la presencia de Zorn, llevándonos al lado más jazz acústico de Metheny. La batería de escobillas de Antonio Sánchez ayuda mucho a lograrlo. Nuevamente, podemos notar como Metheny tiene un concepto totalmente diferente con la guitarra acústica, ya que sus solos y participaciones son muy distintas a lo anterior, más allá del ambiente generado. Albim da inicio con un delicado preludio en guitarra acústica que –debido a cierta blandura llorica – recorre la impronta de alguna balada ya escuchada en la discografía de Metheny. Sin embargo a partir del acceso a la secuencia tonal que caracteriza a la partitura todo parece girar en dirección al espacio que delimita el third stream con la música clásica contemporánea. El remate incluye una falsa recapitulación con mayor dramatismo y un meditativo final acústico.

Tharsis (el ángel de las elecciones y decisiones en la vida) un tremendo tema interpretado cientos de veces por formaciones de Masada en vivo, pero que nunca ha sido editada en estudio, es un momento especial en la historia de los proyectos de Masada, exclusivamente para Metheny en una soberbia interpretación de casi 6 minutos, casi como si fuese una constante aquel número en este registro y otro buen ejemplo de música de Zorn vista por Metheny con un Antonio Sánchez aportando solidez y un ritmo llevado por las campanitas del Orchestrion. las brillantes facetas creadoras y sonoras del “hombre orquesta” en “Tharsis volvemos a ese paisaje de medio oriente en un ambiente bastante klezmer pintado por el lenguaje de tonos a lo Steve Reich de los últimos tiempos de Metheny. La melodía principal es muy interesante ya que parece un espiral interminable gracias a su carencia de pausas. Cuando empieza la parte de improvisación nos encontramos con el efecto de guitarra más conocido de Metheny. Aunque ha tenido varias caras en su instrumento, las 2 más conocidas son la limpia de timbre opaco bien jazzero y el de esta canción. Lo más interesante de este tema son la cantidad de detalles que decoran la melodía principal, además del acompañamiento que, unido a lo anterior, forma un contrapunto de laberinto. La gema está en el final con la participación de una guitarra eléctrica con un efecto que logra un grito destructivo. Las inflexiones de música tradicional judía y los ejercicios contrapuntísticos que dan vida a Tharsis desembocan en una sección media de carácter orquestal signada por la guitarra sintetizada de Metheny, a la cual le sobreviene un arrollador clímax en donde se re-expone el motivo original desde una perspectiva no demasiado lejana al art-rock.) El Orchestrion aparece de forma prominente. Los finger cymbals evocan percusiones folclóricas, la marimba repite la melodía de guitarra con obsesivo empeño y la entrada del bajo eléctrico, casi en contrapunto, mitigado por los interludios de piano.

Sariel (Ángel de la Muerte, príncipe de la Divina Presencia y según la Cábala uno de los regentes de la Tierra) La base rítmica de “Sariel” cuenta con un profundo regusto de los años setenta. Tanto la figura de batería como la armonía popera, las notas largas del solo y las guitarras acústicas rasgadas en la retaguardia bañan la música de Zorn en espíritu hippy. Comienza de manera sencilla, tema de corte oriental que se vuelve más complejo al irse añadiendo instrumentos y según pasan los minutos nos encontramos frente a un paisaje sonoro totalmente distinto, más cercano al jazz rock que Metheny ha realizado en ocasiones; las sonoridades electrificadas y con ciertos impulsos rockeros. “Sariel” nos transporta a un ambiente desértico cargado de detalles por el arsenal guitarrístico de la canción. Es muy interesante el ambiente imponente y gigante que se logra en la 1era sección, con una manada de guitarras rasgueadas acompañadas de solos destellantes, y el ambiente tranquilo y meditativo que le continúa, con un contrapunto lento de esas guitarras. Sariel transita un resbaladizo camino en donde convergen lo lírico y el dramatismo, la exploración y el costumbrismo, lo apolíneo y lo dionisíaco. El temperamento episódico de la pieza va hilvanando –con llamativo equilibrio- elementos de la diáspora judía, el pop-rock y el jazz orquestal en los que se alternan segmentos acústicos, guitarras distorsionadas, yuxtaposición de contrastes dinámicos e incursiones electrónicas experimentales. El resultado es sorprendentemente accesible y disfrutable.

Phanuel (el arcángel de la penitencia) es un tema etéreo, con algunas voces al comienzo y profusión de electrónica, “Phanuel” es la canción más tranquila del disco. Es la guitarra acústica quien tiene la voz principal durante el transcurso del tema, tanto en la parte de acompañamiento como en la solista. La introducción del tema, cercana por momentos a la melancolía del doom metal, dura más de cuatro minutos. Casi dos después empieza un solo de guitarra acústica. Sin embargo, nos encontramos con teclados y acordiones delirantes y experimentales en la 1er sección del tema y una percusión más que nada de platillos en la 2da, la cual no llega a marcarnos el pulso y ritmo, ayudando a mantener ese ambiente tranquilo y flotante durante la duración total. Es un tema muy contemplativo y reflexivo. Phanuel, tal vez la pieza más representativa del peculiar mundo estético de John Zorn, está elaborada en base a un collage de música electrónica y concreta, noise, vagas alusiones a Stockhausen, Partch y Cage e inserciones camerísticas vistas a través del prisma de lo gótico. Todo ello en contrastante equidistancia con el afable –pero protagónico- alegato de la guitarra acústica de Pat Metheny. En “Phanuel” prima el ambiente, la resonancia de un contexto tímbrico que camina con pesadez embriagadora.

Hurmiz (mencionada en el Talmud como una de las hijas de Lilith, no es un ángel sino un súcubo) Cierra el album la improvisación casi libre de “Hurmiz”, con melodía atonal de piano, el Orchestrion desbocado y Maya Jasmine Willow, la hija pequeña del guitarrista, invocando a su padre mientras este le chista rogándole silencio (es lo que tiene grabar en el estudio de casa). Desde un principio nos encontramos con un piano tonal pero totalmente loco y caricaturesco que resuena mucho a las piezas de Erik Satie interpretado por Pat Metheny. Pero lo interesante es que a los pocos segundos aparece Antonio Sánchez con un interminable e increíble solo de batería, demostrando que este hombre trasciende el lenguaje de jazz y puede llegar a niveles de experimentalismo increíble. Más llamativo aún son los planos del tema, ya que, por más que el piano sea el único instrumento melódico, debido a su repetición y poca variabilidad y por ende carencia de factor sorpresa, este se encuentra en un segundo plano y es la percusión que nos mantiene atentos constantemente. Las riesgosas perplejidades de Hurmiz, pieza que conjuga el free-jazz y la libre improvisación con el concepto de “eventual tunes” desarrollado por John Zorn. Aquí, con Pat Metheny abocado al piano de manera excluyente y con particular lucimiento de Antonio Sánchez mediante una abrasiva intervención en batería

Algo que sucede en cada canción excepto en “Tharsis” y “Hurmiz”, es que cierran con una coda que generalmente va hacia un lado más experimental y de improvisación libre, como si de a poco nos fueran anunciando el final del disco. En el 1er tema nos encontramos con una especie de remix desenfrenante de un solo de la guitarra que cierra el tema. En el 2do con un pasaje con enlaces de acordes inconexos, dejando un ambiente impresionista cargado de duda.  “Sariel” cierra con una improvisación libre entre una guitarra super distorsionada y chillante y la batería de Antonio Sánchez.  Finalmente “Phanuel” cierra con una coda oscura y grave dejando una sensación apocalíptica. Es verdad que estas codas poco tienen que ver con lo que les precedía y en cierto modo no tienen sentido alguno, o sea, no tienen mucha razón de ser en el discurso de cada canción. Sin embargo, están muy bien logradas y tienen gran valor. Tal vez es una intención de ruptura descontextualizada que de alguna forma borra todo lo escuchado previamente, como una limpieza sonora, y así empezar el siguiente tema con los oídos en un estado neutro.

Se puede decir que Tap es de notable muy alto, un disco en el que Pat Metheny ha utilizado las composiciones de John Zorn para ofrecernos algunas pinceladas de lo que ha sido su música durante años. Y ahora a esperar a ver qué nos ofrecen estos dos genios, que -conociéndoles- seguro que no tardan mucho.

Lo cierto es que, a pesar de la similitud entre los materiales melódicos de los seis temas, cada uno es un mundo. Tap no es un experimento con gaseosa. Se trata de una obra muy especial, de la confluencia de dos de los mayores talentos de los últimos treinta años, de un proyecto enhebrado con tanto cuidado como irreverencia. Ante dos músicos tan peculiares y controvertidos, sobre los que todo el mundo tiene una opinión, este trabajo puede hacer las delicias de los fans de uno y de otro, o bien permitir redescubrirles a quienes ya les habían olvidado.



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